La dificultad para abrir o cerrar una (o varias) puerta(s) muchas veces tiene su origen en el llavín. Metemos la llave y resulta que se queda pegada, entonces abrir y cerrar se vuelve algo demasiado dificultoso. Y entonces comenzamos a inventar toda clase de tácticas: levantar un poco la llave antes de girarla, devolverla un poco (como sacándola) después de haberla hecho entrar hasta el fondo, hacer unos movimientos repetidos en forma más o menos circular mientras hacemos girar la llave simultáneamente para ver en qué momento por fin da vuelta y abre, etc.
En estos casos (como en tantos otros) lo primordial es recordar las cosas más básicas; las que se olvidan (o se prefieren olvidar) simplemente por ser tan obvias o porque parecen demasiado triviales. Por lo tanto, antes de ponerse a inventar tantos movimientos absurdos e inútiles que lo único que lograrán tarde o temprano es dañar el llavín o quebrar la llave, es preferible revisar algo básico: la lubricación. Sí, los llavines también necesitan lubricación!
Concretamente en la situación que estamos tomando de ejemplo, bastó algo de lubricación para que la llave fácilmente girara y la puerta abriera (o cerrara). Se comprobó así que no era necesario tanto movimiento ni tanta estrategia. Ahora la llave no se pega, la puerta abre y cierra sin mayor dificultad y todo (sí, de nuevo!) por algo tan básico: lubricación.
Por ello, la recomendación es que revise usted qué tanto le cuesta abrir y cerrar su puerta. Pregúntese usted en qué estado está su llavín. Entérese usted qué necesita para la respectiva lubricación y, finalmente, lubrique adecuadamente su llavín!
Como detalle extra, puede también lubricar las bisagras y eliminar las piedrillas que se meten debajo de la puerta obstaculizando el movimiento y causando muchas veces un molesto ruido a la hora de abrir o cerrar.
Si el problema persiste o se presenta a la hora de pasar la doble llave, es preferible que consulte a un cerrajero profesional.